Una riada de cerveza

El 17 de octubre de 1814, la cervecería Meux & Co’s Horse Shoe Brewery, que se encontraba en la esquina de Great Russell Street y Tottenham Court Road, ubicada en el barrio superpoblado de St Giles Rookery, sufrió un accidente que sería recordado por los londinenses durante mucho tiempo.

Esta fábrica era capaz de elaborar más de 100.000 barriles de cerveza al año, y para poder satisfacer la gran demanda de este líquido a la población, había instalado en 1810 una gran cuba para fermentar el producto, que contenía más de 600.000 litros de cerveza.

Este gran recipiente se instaló a siete metros de altura y se unía por anillas de hierro, que era inspeccionado diariamente para preservar el líquido que después se vendería en barriles a todo Londres.

El encargado de realizar el ojeo del buen funcionamiento de este inmenso barril, así como de los siguientes que se unían a éste, George Crick, notó que una anilla de unos 300 kilos se había desplazado un poco de su unión, pero no lo notificó puesto que esto solía ocurrir cuando el barril estaba tan lleno como entonces.

Pero en esta ocasión el desliz de la anilla fue el detonante para que la gran cuba estallara una después de su inspección. Sobre las cuatro de la tarde, un gran estruendo vertía en la calle casi un millón y medio de litros de cerveza, puesto que la cuba principal al estar unida a otras más pequeñas, consiguió que todas se rompieran, provocando una ola tan inmensa que se cobró la vida de ocho personas, destruyó completamente dos casas y derribó un muro, que era la pared de un pub de la zona.

En cuanto a las víctimas, hubo diversas versiones; unos hablan de siete muertos, otros de ocho y algún caso que otro, de nueve. De la identidad de siete de las víctimas si se supo después de la catástrofe.

Así, Ann Saville de 53 años, Eleanor Cooper de 15 años, Hannah Bamfield de 4, Catherine Butler de 63, Elizabeth Smith de 27 que se encontraba lavando junto al muro desplomado que cayó sobre ella, y Mary y Thomas Mulvey de 30 y 3 años, respectivamente, perecieron como consecuencia directa del impacto de los litros de cerveza en fermentación que se liberaron con la explosión.

Lo cierto es que todos los fallecidos lo hicieron, a excepción de Elizabeth, en los sótanos de la calle donde se encontraba la fábrica de cerveza, y que era donde residían los más pobres de la zona. En el momento de la explosión había un funeral por la muerte de un niño de dos años y se habían reunido allí varios vecinos para acompañar a la familia.

Ante el rio de cerveza que se formó en la calle y que no tenía por donde salir porque no había un sistema de drenaje que ayudara a su desagüe, hizo que algunas crónicas apuntaran a que los vecinos se afanaron en recoger este preciado líquido, mientras que otros presentes relataban después que se había hecho un silencio total para poder escuchar los gritos de auxilio de las diversas personas que quedaron atrapadas.

Lo cierto es que murió gente y que, a raíz del inicio de una investigación sobre el desastre acaecido, la justicia no sentenció en contra la empresa de cervezas, puesto que lo dictaminó como un incidente fortuito, considerando el mismo como un “acto divino”, y eximió de toda responsabilidad a la fábrica. Además, se compensaba a la misma por las pérdidas sufridas y se les reembolsó el montante total de los impuestos pagados.

Así se evitó la quiebra del negocio, pero los familiares de las víctimas no percibieron ni un penique por las vidas humanas que el desastre se llevó por delante.

Lo único positivo que se obtuvo de aquel accidente, fue la planificación urbanística y la implantación de ciertas actividades industriales fuera del perímetro habitable, así como la sustitución de los tanques de fermentación de madera por depósitos de concreto revestidos.

La cervecería continuó produciendo cerveza hasta 1921, cuando sus operaciones se transfirieron a Nine Elms Brewery. La antigua fábrica de Horse Shoe Brewery fue cerrada y demolida, y el Teatro Dominion (que aún sigue en pie) se construyó sobre el sitio en 1928.